Lima, 4 octubre 2024
La Agenda 2030 refleja la determinación colectiva de todos los países miembros de Naciones Unidas de poner fin a la pobreza y el hambre en todas sus formas y dimensiones. Los sistemas agroalimentarios sostenibles ocupan un lugar fundamental en esta visión, ya que aúnan el crecimiento económico, los avances sociales y la protección ambiental con cultivos fuertes y resistentes y tratados con productos biológicos de nueva generación e investigación en los que sin dudas América Latina tiene mucho que aportar. La transformación de los sistemas agroalimentarios que se en 2015 fue propuesto por ONU, contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de FAO para lograr alimentos escalables en todo el planeta.
Producir más alimentos empleando energía en menor cantidad y más limpia, reducir el desperdicio de alimentos, dotar de acceso a tecnologías innovadoras en toda la cadena de producción para grandes y pequeños agricultores así como disminuir pesticidas agrícolas químicos e incorporar productos biológicos como biocontroladores y bioestimulantes más eficientes y rentables a corto plazo, son parte de los cambios que no tienen vuelta atrás en la nueva agricultura del siglo 21.
Los sistemas agroalimentarios sostenibles tienen capacidad para hacer frente a la escasez de agua, responder al cambio climático y proteger la biodiversidad mundial terrestre. Asimismo, garantizarían el crecimiento económico sostenible y el empleo decente en zonas rurales, asegurando el suministro de alimentos a precios asequibles en las ciudades y contribuyendo en gran medida a lograr la paz poniendo fin al hambre. América Latina, especialmente Argentina, Brasil, Perú, Colombia y México son los graneros actuales y futuros del mundo. La geopolítica alimentaria mira nuestro continente con esperanza porque la contingencia de guerras y conflictos ya desatados, no garantiza estabilidad ni la logística de granos ni productos desde Medio Oriente y Europa del Este.
Un informe FAO destaca que el acceso a los alimentos adecuados sigue siendo un objetivo inalcanzable para miles de millones de personas. En 2023, alrededor de 2 330 millones de personas en todo el mundo se enfrentaban a una inseguridad alimentaria moderada o grave producto de conflictos o sistema logísticos dañados o afectados, una cifra que no ha cambiado en forma notable desde el brusco repunte de 2020, en medio de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19). Entre ellas, más de 864 millones experimentaron inseguridad alimentaria grave, teniendo que pasar a veces sin alimentos un día entero o más tiempo. Esta cifra ha permanecido obstinadamente alta desde 2020 y, aunque América Latina muestra mejoras y cifras a la baja, persisten retos más amplios. África, donde el 58 % de la población sufre inseguridad alimentaria moderada o grave sigue siendo un punto sin resolver.
Las cifras del hambre se mantienen persistentemente altas por tres años consecutivos, mientras se agravan las crisis mundiales por geopolítica según Informes ONU. Una de cada 11 personas en el mundo pasó hambre en 2023, una de cada cinco en África.
Los esfuerzos coordinados de toda la agroindustria, de toda la cadena de suministros, de quienes estamos en la investigación y avances del biocontrol+ para asegurar cosechas fuertes y seguras en América Latina, para aumentar la tolerancia al riesgo y mejorar la transparencia son elementos vitales para superar esta brecha y fortalecer los marcos mundiales de seguridad alimentaria y nutrición que el mundo espera.
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